En su nuevo disco, la artista busca la mayor intensidad con el mínimo de medios. Foto: EFE
"El oasis de Maria Bethânia es el sertão, "donde no hay
nada, no hay agua, la vida es seca. El límite que Dios colocó -dice ella-; el
que me muestra del tamaño que soy". La bahiana quiso recrear esa situación
de desierto, de aridez, y también de autoconocimiento, para encarar el nuevo
álbum, el número 50 y el primero que firma como responsable de la creación
general, compartida con el bajista Jorge Helder. Quería un disco desnudo, sólo
la voz y uno o dos instrumentos: en el Oásis de Bethânia se busca la mayor
intensidad con el mínimo de medios. Es un trabajo personal, que la expresa
íntimamente en sus sentimientos: soledad, nostalgia, rabia, dolor y el goce
intenso de la vida. Habría querido hacerlo sola, pero optó por otra innovación:
convocó a artistas diversos para que produjeran cada tema. Uno es, claro, Jaime
Alem, su arreglador por años, que realza el "Fado" con su viola
caipira en lugar de la guitarra portuguesa. Otro, Lenine, que inyecta swing en "O
velho Francisco", la canción de Chico Buarque que presentaba, sin saberlo,
al que sería eje de su última novela, la admirable Leche derramada . Otro más,
Hamilton de Holanda, cuyo bandolín seduce en "Lágrima", inmejorable
apertura. No hay riesgo de que la multiplicidad de lenguajes conspire contra la
unidad del disco: la personalidad artística de la bahiana impone el sello
inconfundible.
Bethânia cambia para seguir siendo la misma. La variedad de
sonoridades suma atractivos a un programa cuyos relativos altibajos la voz
-poderosa, intacta, cada vez más precisa y refinada en la búsqueda de matices-
se encarga de velar. Para el repertorio, elige los temas que mejor traducen su
estado de espíritu: en "Salmo" canta su renovada fe en la vida;
"Calmaria", sólo acompañada por dos berimbaus, ilustra el período de
aislamiento y reflexión que vivió el año pasado y la conduce a la poesía para
definirse a sí misma con versos de Fernando Pessoa. Del repertorio de su
admirada Dalva de Oliveira, escoge un viejo éxito, "Calúnia", y hace
de él una presumible respuesta a quienes la colocaron en el centro del
escándalo mediático que generó el apoyo oficial a un blog dedicado a la poesía
en el que ella se encargaría de leer los textos. El proyecto fue abandonado,
pero el episodio le dejó su marca.
El desahogo de "Calúnia" se vuelve rabiosa cólera,
con sus propias palabras, en "Carta de amor", donde descubre la
agresividad de una mujer acosada. "No te metas conmigo que no ando
sola" advierte en falsete en el comienzo de esta mezcla de textos
declamados y trechos en clave de samba de roda (aporte de Paulo Cesar
Pinheiro), y se declara protegida por todas las entidades humanas o
sobrenaturales, del Niño Dios a Iemanjá. "No pruebo tu hiel, no piso tu
suelo", le dedica a su innominado destinatario. Y cuando le preguntan si
es su respuesta a quienes se ensañaron con ella, responde: "Al que le
quepa el sayo, que se lo ponga". Poco importa eso, importa el resultado:
uno de esos estremecedores relámpagos poético-dramáticos que suele alcanzar en
sus shows y en sus registros. Y el momento más vibrante del disco.."
Fonte: http://www.lanacion.com.ar/
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